
Después del fracaso de sus últimos trabajos: Scoop, Cassandra's Dream y Vicky Cristina Barcelona, Woody Allen no podía caer más bajo, bueno sí, porqué ese toque tan suyo no lo acaba de perder. El caso es que este año, en esta ultima película el guionista, director, trompetista y actor vuelve a su tierra, Manhattan y eso se nota. Allen tiene esa conexión con Manhattan, esa capacidad de conseguir que Manhattan esté debajo de tu casa, como si siempre la tuvieras cerca. El neoyorquino además demuestra que aun tiene muchas cosas que contar.
El film arranca con Boris Yellnikov, un jubilado en un bar en medio de una conversación distendida. De pronto se levanta, mira a la cámara y empieza "el show de Woody". Por un momento retrocedemos en el tiempo, muchos años antes, con un Woody Allen más jovencito escupiendo perlas por la boca. Yellnikov es un misántropo, un físico retirado, un hombre egoista y muy pesimista. De esos que siempre ve el baso medio vacío, en realidad Yellnikov es tan pesimista que no ve ni vaso. Su monótona vida toma un giro de 360 grados cuando se encuentra a Melodie, una joven que mete en su casa por pena después de verla en la calle. Aunque en principio la convivencia de ambos es algo transitorio, poco a poco se van compenetrando y deciden casarse. Boris y Melodie, una extraña pareja que provocará diferentes reacciones. Pero la historia no acaba aquí, a partir de la mitad de la película entra en acción la madre de Melodie, Marietta.

Con estos tres personajes, Woody Allen empieza a crear ese collage que tan bien sabe hacer. Con unos personajes muy dibujados y muy típicos.
El film tiene dos partes bastante diferenciadas, la primera abarca desde la presentación del peculiar Boris Yellnikov hasta la llegada de Marietta, la madre de Melodie. Empieza muy bien, Boris comiéndose la pantalla, presentándose con grandes y/o absurdas teorías y muy buena labia. Allen vuelve un poco a ese estilo tan caracterísitico que transforma al espectador de las salas de cine o a los que están tirados en el sofá en unos complices de la historia del protagonista. Pero poco después de ese inicio muy prometedor se empiezan a ver los problemas. Por un lado, Larry David no mantiene su gran actuación del principio, bien sea porque poco a poco va disminuyendo su protagonismo porqué no aguanta las expectativas ni mantiene el nivel ofrecido al principio. Curiosamente empezamos a imaginar como sería Boris Yellnikov interpretado por el propio Woody Allen. Y al final mientras vemos a Larry David que no lo hace mal queremos ver al actor neoyorquino. Y si te preguntas como sería la película si fuera interpretada por el propio Allen, la resupuesta inconsciente es: mucho mejor. Y más teniendo en cuenta el carácter del protagonista: hipocondríaco , inseguro, pesimista…
En la segunda parte de la historia acaba cayendo en los clichés, las situaciones facilonas y líos familiares... con su toque made in Allen, pero sin ser es ese soplo de aire fresco de sus anteriores películas. Para acabar SPOILER con el más absoluto previsible happy ending. FIN SPOILER

Como conclusión, Whatever Works es un film interesante pero que a mí particularmente no me ha entusiasmado. Creo que con Woody Allen como actor y con ritmo menos irregular hubiera mejorado sustancialmente.
Nota: 6/10