miércoles, 25 de agosto de 2010

London River (2009)


A mediados de Julio llegaba a las taquillas españolas London River, uno de esos estrenos minoritarios de una película independiente que se ha labrado su camino a base de festivales. Una demostración más de que existe cine que pretende contar historias y no conseguir dinero.

London River nos cuenta como la vida cotidiana de una mujer que reside en el norte de Francia cambia a raíz de los atentados de Londres del 7 de Julio de 2005. Ante la imposibilidad de contactar con su hija, la madre decide viajar a Londres a buscarla. La desesperación y la necesidad de aferrarse a posibilidades improbables se apoderarán de Elisabeth, la protagonista ante los nulos resultados en su búsqueda. Paralelamente, Ousmane, un musulmán de origen africano llegará a Londres en busca de su hijo. La vida y la trayectoria de Elisabeth y Ousmane inevitablemente se cruzarán.

London River es una película sobre el miedo, el terror a perder un ser querido. Pero no solo eso. Es un film sobre el miedo a no haber conocido lo suficiente su vida, a no haber estado ahí en los momentos importantes. Un miedo al desconocimiento a un ser querido. Una película sobre el arrepentimiento, la desesperación y la impotencia ante un hecho que una no puede hacer nada.

La película nos muestra dos reacciones opuestas ante los atentados. Mientras que Elisabeth se desmorona y se desespera en busca de su hija y de culpables, y muestra en todo momento una reacción extrovertida; Ousmane muestra una aparente calma ante los acontecimientos, donde la procesión va por dentro. ¿Por qué estas diferentes reacciones? A parte de las diferencias en las personalidades, el film nos apunta hacia la religión. La primera protestante convertida al catolicismo y el segundo musulmán. Ante los primeros encontronazos, ella va quitándose los prejuicios hasta darse cuenta que no son tan diferentes, mientras él introvertido y reservado observa los acontecimientos que pasan delante de sus ojos. Además, se darán cuenta que esa tolerancia mutua les servirá para entender a sus desaparecidos hijos.

Quizás juega demasiado con el cliché de que las desgracias unen a las personas porqué toda la película se sustenta ahí. Pero gracias a un guión simple, que no simplista y funcional consiguen un film equilibrado. Una dirección de Rachid Bouchareb sin artificios con planos sencillos sin voluntad de ser protagonista y una fotografía austera completan el film.

El film funciona sobre todo gracias a la los dos protagonistas: Sotigui Kouyaté y Brenda Blethyn. El primero con una gran presencia y una extraña elegancia nos muestra una excelente muestra de actuación contenida. Una demostración de cómo no es necesario sobreactuar o hacerse notar para hacer una gran actuación. Un personaje que habla más con la mirada, los gestos y los silencios que con las pocas linias de diálogo. Brenda Blenthyn, en cambio nos regala una potente actuación llena de fuerza y de rabia contenida.

Como conclusión una buena alternativa al blockbuster de verano con un gran duelo interpretativo y un buen planteamiento sobre el racismo, las coexistencia de las religiones y sobre la impotencia ante la desaparición de seres queridos.

Nota: 7/10


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